Tecnologías y nueva legislación están surgiendo con objeto de regular y hacer viable la lucha contra el cambio climático, capturando el dióxido de carbono bajo tierra. Generalmente denominado captura y almacenamiento de carbono (en inglés Carbon Capture and Storage – CCS), esta tecnología pretende re-enterrar el carbono que se encontraba hace años en la corteza terrestre como carbón o petróleo, y que ha sido extraído y utilizado para la producción de energía.

Actualmente se están realizando prospecciones geológicas con objeto de encontrar lugares adecuados donde este carbono pudiera ser almacenado. Las rocas den cumplir con una serie de características especificas: se requiere de un sustrato poroso y permeable para que el carbono pueda ser fácilmente inyectado, necesitándose también una capa más superficial compuesta por arcillas o sales, con las mínimas fracturas posibles, que evite que el C02 vuelva a salir a la superficie.

Antiguos pozos petrolíferos

Se da la circunstancia de que áreas de la Tierra que contenían (o siguen conteniendo) petróleo o gas natural cumplen con estas características. Además, son áreas que han sido muy estudiadas con el paso de los años, por los que se cuenta con mucha información sobre ellas. En el caso de las reservas existentes de petróleo, el almacenamiento de C02 podría conllevar también beneficios económicos ya que se está comprobando que al inyectar C02 en el yacimiento, éste se mezcla con el petróleo el cual se vuelve menos viscoso y es así más fácil de extraerlo del pozo. De esta forma, la captura y almacenamiento de C02 podría ayudar a la extracción de las reservas remanentes en yacimientos existentes a las que de otra forma sería muy costoso, o imposible, de acceder. Estas áreas que contienen petróleo han sido exploradas muchas veces, habiéndose construido numerosos pozos a lo largo de los años, por lo que se da el problema de que el terreno ha dejado de ser impermeable. Estos pozos pueden ser sellados, pero se corre el riesgo de que el C02 encuentre una salida a la superficie por algún recoveco que permaneciera abierto. Además, según los expertos, los ex-yacimientos petrolíferos presentan un doble problema: su capacidad para almacenar C02 es bastante reducida y tienen una distribución bastante desigual sobre la superficie terrestre.

Filones de carbón localizados a grandes profundidades

Científicos también están investigando yacimientos de carbón con objeto de almacenar el C02. Existen filones de carbón situados a una profundidad tal que no es posible extraerlos, estando este carbón frecuentemente asociado a gas natural. De la misma forma que con el petróleo, estos filones se pueden utilizar para almacenar C02, ya que éste se adhiere a la superficie del carbón. Cuando del C02 es inyectado en los filones, el carbón libera el gas natural, el cual puede ser usado como fuente de energía en la superficie. Sin embargo, los yacimientos de carbón presentarían los mismos problemas que los de petróleo en cuanto a la reducida distribución de los mismos en la superficie terrestre y a la limitada capacidad para almacenar el C02.

Acuíferos subterráneos altamente salinos

Otra de las opciones de almacenamiento, también actualmente en investigación, es el uso de acuíferos salinos localizados en estratos porosos y permeables a unos 800 metros de profundidad. El agua que estos acuíferos contienen es mucho mas salina que el agua de mar, por lo que no son aptos para el consumo humano. El potencial de estos acuíferos para el almacén de C02 es mucho mayor que en el caso de los yacimientos de petróleo y carbón – mientras estos últimos podrían contener un tercio de las emisiones de carbono humanas producidas en un siglo, científicos creen que los acuíferos salinos podrían tener 10 veces esta capacidad. Además, esta clase de acuíferos salinos son mucho más comunes que los yacimientos petrolíferos o de carbón, estando más homogéneamente repartidos alrededor del mundo.

Actualmente, Europa lidera el estudio de almacenamiento del C02 bajo tierra con varias empresas y grupos de investigación trabajando actualmente en el desarrollo de una tecnología que permita llevarlo a cabo. Entre ellas, cabe destacar la red de investigación C02GeoNet compuesta por 7 países europeos, o el proyecto C02Remove en el que participan 12 países.

Mediante simulaciones en el laboratorio y proyectos pilotos en el terreno, se estudian los movimientos de la pluma de C02 bajo tierra y los posibles cambios de estado del C02 con los años. Gracias al proyecto en el terreno desarrollado por la empresa Statoil en un acuífero salino de Noruega, se sabe que el C02 puede reaccionar con minerales generando carbonatos, reduciéndose así las posibilidades de fuga. De momento, los expertos aseguran que cuanto más tiempo lleva el C02 almacenado bajo tierra, más seguro es su almacenamiento ya que si el C02 se disuelve en agua salina puede posteriormente cristalizar en forma de carbonatos, reduciéndose así el riesgo de escape hasta prácticamente cero. Todas estas teorías están siendo experimentadas y se espera que en el año 2020 se estrene la primera planta de captura y almacenamiento de carbón con carácter comercial. Mientras tantos, la Unión Europea está trabajando en la Directiva Marco de Captura y Almacenamiento de Carbono (CCS Directive en inglés) que se espera que sea aprobada a mediados de este año.

Los riesgos son altos, las escalas de tiempo son enormes y el proceso se desarrolla en un ambiente desconocido para el ser humano. Sin embrago, grandes inversiones se están destinando a la investigación de la captura y almacenamiento de C02 bajo tierra en Europa, por lo que se espera que en los próximos años esta incipiente tecnología constituya una gran oportunidad en la lucha contra el cambio climático.

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Etiquetas: C02, cambio climático, captura y almacenamiento de carbono